lunes, 20 de junio de 2011

El cielo cosechado en pedazos de cristal.

Cuenta una historia... que antes de que la luna adquiriera el poder hipnotizante de hoy, el cielo era una capa de cristal fino, un lugar donde se guardaban las cosas que en realidad valian la pena, una especie de museo fantastico por donde pasaban las almas en su camino hacia la eternidad, custodiado por el faro maternal e indirecto de la luna. En una ocasion durante el dia, justo antes de la luna llena. Un alma desfavorida propicio un escandalo en el cielo de cristal, tal evento causo un descontento tal que dio lugar a cuarteaduras en el cristal, poco a poco se fueron repitiendo eventos similares, ternimando por romper la inverosimil esfera. No existia entonces la nocion del desgaste por eventos pasados, aun y que los hombres siempre caminaban con la mirada alzada. Cuando el Sol se dio cuenta del desgaste, entro en tal furia que estaba decidido a hacer arder a la tierra y todo la que en ella habitaba. Fue entonces, al mediodia de aquel inolvidable dia, la luna se interpuso entre la tierra y el sol, como defendiendo a su hijo, entregando su luz en pleno dia para evitar que los ingratos terrestes fueran destruidos. Fue entonces que a causa de la perdida del cielo de cristal y de aquel acto maternal de proteccion, que se llevo el juicio habitual donde nuevas reglas se dictaron; desde aquel dia las cosas que valian la pena no estaban mas en el cielo, se hallaban dispersas, disueltas por toda la tierra y era necesario que las almas, si tenian voluntad e intencion, las cosecharan bajo el sol. Tambien la luna seria privada de luz una vez por mes, y esporadicamente? un ecplise recordaria tal pacto.

Son eventos como estos, antiguos y quiza no tan desafortunados los que le dieron ese matiz melancolico a la luna, tal vez tambien sea por eso que cuando nos sentimos sin un fin, perdidos por no encontrar, confundidos.... La luna nos embelesa y nos invita a recordar que las cosas que valen la pena ya no se encuentran guardadas sino camulfajeadas en cosas ordinarias, tal vez en una mirada enamorada, o en la apacible tarde de domingo junto a la familia.